Kandy.
Solamente había amado a un
hombre, aquel que me cuidó y amó desde
que recuerdo; era dulce y tierno, me acariciaba siempre y sus palabras suaves
me tranquilizaban en cualquier momento. Prometí, en silencio, serle fiel,
incondicional, y así fue.
Nunca me faltó nada, era tan
feliz como todos sueñan serlo, no ocupaba mucho; nunca exigí nada, solo
aceptaba el tiempo que me daba y el amor con que me cubría cada que podía. Pero,
como toda historia en esta vida, algo sucedió; una noche, esas caricias no
acudieron a la cita; las lunas transcurrieron y no lo sentía. No comprendía, él
jamás me abandonaría, yo le amaba sobre todo, incluso sobre mi vida, así que
decidí esperar su regreso en el mismo lugar.
Aquella tarde, un sonido blasfemo
me despertó: sentí miedo, pavor, mis compañeros estaban junto a mí y empezaron
a aullar aterrorizados, yo corría, no entendía y aún no lo entiendo. Parecía que
se derrumbaba el cielo sobre nosotros, hubo gritos y de pronto ese olor a
muerte, pedí ayuda, pero nadie acudió, nos escondimos, porque no podíamos hacer
más. Después de eso solo hubo silencio y humo, y ese olor, tan inolvidable,
como el perfume de aquel, que era mi protector, que me hacía sentir segura,
pero en esta ocasión, era un olor a decadencia, a muerte.
Las lunas seguían cruzando el
cielo y ocultándose sobre el techo de la casa, ahora abandonada, tan silente
como mi corazón. Yo seguía esperándolo; mis compañeros fueron rescatados por
otros humanos, yo me escondí, tenía que quedarme donde él sabía que estaría, ¿y
si regresaba por mí? ¿qué haría si no me encontraba donde me dejó?. Me refugié
y no pudieron encontrarme, estaba decidida a esperarlo.
Un día, sucedió, escuché la
puerta abrirse, de un modo un poco rudo, pero pensé que era él, tan olvidadizo
como siempre, habría perdido la llave. Emocionada brinqué, ladré, débil por la
falta de alimento, pero reuní todas mis fuerzas para recibirlo como se merecía,
sin embargo, no era él. En su lugar, otros hombres entraron, cuando ladré para
asustarlos, me patearon en un costado y caí, estaba tan débil, tambaleándose
caminaron hacia mí, balbucearon algo que no comprendí; no eran aquellas
palabras cálidas que él me decía, eran crueles, dolían. Sus ojos enrojecidos me
asustaron y corrí hacia una esquina del patio, cuando me arrojaron las cuerdas
no supe qué hacer, debí haberlas mordido o eludido, pero no lo logré, enredaron
mis patas y ataron mi cuello, no podía respirar, y entonces, quebraron mi alma,
mi inocente mirada, mientras uno me sujetaba, el otro hizo cosas con mi cuerpo
que no entendía, que ninguna lógica podría justificar. Ultrajaron el alma de un
ser que solo sabe amar y ser fiel, y así sucedió durante mil noches, porque
pareció una eternidad en el infierno, el tiempo en que esos hombres, entraron y
rompieron mi piel y mi fe. Apagaban sus cigarros y sus culpas en mi cuerpo
decadente; no sabían, que dentro de mí, había vida, aun cuando ellos estaban
asesinando casi hasta mi último aliento.
Una noche, con el corazón y el
cuerpo desgarrado, decidí irme, esperando que si él regresaba, me encontraría
donde estuviera, y tratando de proteger a los que ya vivían dentro de mí; llegó
una mujer, la ví tan luminosa, que me cegó y asustada la ataqué, tenía tanto
miedo; pero ella no me abandonó, me dijo muchas palabras que no comprendí, pero
su voz reflejaba tanta paz, que confíe en ella, creí en ella; pero se fue. Y mi
corazón volvió a caer a la tierra podrida.
El mágico día, que no olvidaré,
estaba nublado, parecía que una tormenta se aproximaba, temía por mis recién
nacidos hijos, los escondí bajo unas tablas roídas por el sol, entonces escuché
un ruido raro y ella se bajó, empezó a hablarme y se acercó, entendí que quería
ayudarme, me convenció después de unos segundos y la dejé cargar a mis bebés. Pero
esos sonidos blasfemos volvieron a acobardarme, explosiones nos rodeaban y una
mujer gritaba que debían irse, pero ella no se acobardó, y subió a todos mis
hijos, yo corrí y como pude la seguí, ella pasó todo el camino explicándome que
me quería ayudar, que no me dañaría y que mis bebés estarían a salvo. Era todo
lo que quería saber.
Ahora, estoy bien, tengo una cama
caliente, mis bebés están a salvo, ya no tienen quemaduras en su cuerpecito,
tampoco yo; ya nadie puede tocarme sin que yo lo decida; y ella, esa mujer que
me rescató, me da tanto amor como el hombre que me crió, y que por alguna razón
ya no está conmigo para protegerme. Pero ella, a quien no nombraré porque la
amo y no quiero que sufra, ella arriesgó su vida por mis hijos y por mí, en un
tiempo en que una vida vale menos que
una piedra, ella, es tan dulce que me explicó aunque no entendiera mucho de lo
que decía, y aunque temo del hombre, creo que aún hay esperanza… y sueño con
que mis hijitos, encuentren un hogar en el que jamás sientan el horror que yo
viví, y solo conozcan el amor de tener a alguien que los cuide y los proteja
con su vida.
Gracias, por arriesgar tu vida
para salvar la nuestra. ¡Eres un ángel!. (Y los ángeles no ocupan ropa cara, ni
maquillaje, son ángeles, al natural… )Kandy.Kandy