domingo, 24 de febrero de 2013

Foxy. 24 de Noviembre de 2012.

Foxy.
24 de Noviembre de 2012.

Cuando nací, me separaron de mi madre, casi no la recuerdo, me quería mucho y lloré cuando me alejaron de ella. Después me llevaron a una casa, era linda, las personas que ahí estaban me atendían y jugaban conmigo, comía muy rico y por las noches dormía en un cojín muy cómodo. Era feliz, aunque extrañaba a mi mamá.

Todos los días abrían la puerta para que hiciera popó fuera de mi casa, a mi dueña no le gustaba tener que recoger lo que yo hacía, así que me iba a la banqueta del vecino y regresaba a casa.

Un día, caminé un poco más, cuando quise volver, no recordaba el camino, unas personas me arrojaron piedras y unos niños me patearon, así que corrí. Entre más corría, menos recordaba el camino de regreso.

Caminé demasiado, hasta que ya no supe dónde estaba, esa noche dormí entre unos cartones tirados, pasé mucho frío, desee estar acurrucado con mi mamá, calientito, cómodo; pero me congelaba y tenía miedo, escuchaba ruidos raros a mi al rededor. Al día siguiente tenía hambre, no había un plato servido como siempre, no sabía qué comer, seguí caminando.



Ha pasado mucho tiempo desde que salí de casa, unas personas que pasaban me acariciaron, pensé que me ayudarían pero sólo me quitaron mi collar, era muy lindo. No he encontrado comida, mi pancita me duele mucho, estoy sucio, nadie me ha bañado ni cepillado.


Extraño mi casa, extraño tener mi plato de comida a mi lado y mi camita para dormir, tengo mucha sed; en todo este tiempo que ha pasado, he comido muy poco, a veces encuentro comida en bolsas, las rompo y hay algun pedazo de carne que huele feo, o fruta un poco podrida que calma mi hambre, pero la gente siempre me golpea, me arroja piedras o me grita, ¡me asusta mucho que me griten! Cuando tengo sed, busco algún charco para beber, pero casi siempre están sucios, pero al menos puedo tomar un poco. Estoy muy cansado y no tengo energía.


Un día, una persona vino y me vio, puso una cara triste, yo ya no podía levantarme ni caminar mucho, pero intenté pararme para ver si me ayudaba, cuando estaba de pié vi un resplandor por un segundo, y cuando parpadee ya no estaba ahí, fue como un relámpago. Me quedé solo de nuevo, con hambre y sediento, di unos pasos y me acosté en un rincón. Esa noche llovió mucho, pero no podía pararme, sentía la fría agua caer sobre mi cuerpo, pensé que moriría congelado, cerré los ojos y pensé en mi mamá, en lo caliente que estaba cuando ella ponía su cabeza sobre mi cuerpo, desee estar con ella de nuevo. 



Escuché un ruido una mañana, abrí los ojos y sentí de nuevo mucho frío, tenía demasiada hambre, como todos los días, vi unas personas a mi al rededor, una lloraba y me acarició la cabeza, intenté levantarme asustado, pero sólo conseguí mover un poco mis patas, la mujer lloraba y me puso un poco de comida enfrente, como pude me acerqué y comí un poco, no conseguí pararme cuando me colocó otro poco más lejos, volví a echarme en la tierra húmeda. Se fueron y supuse que no volvería a verlos, como siempre. 




Pero no fue así, en ese mismo momento unas manos me sostuvieron, sentí que flotaba, las lágrimas de la mujer caían sobre mi rostro, después me dejaron sobre unos cartones pero en algún lugar cerrado que de pronto se movió. 



Estaba muy asustado, no sabía qué sería de mí. Volvieron a cargarme y me colocaron en una fría plancha de metal, otras personas con bata me revisaron, vi que acercaron algo filoso a mi lomo, lo encajaron en él pero no sentí nada. Luché para mantener mis ojos abiertos.



Al día siguiente volvieron a incrustar algo en mi pata, pero esta vez sacaron algo de mi sangre; me dieron de comer, aunque tenía miedo, comí un poco y tomé mucha agua. Dormí calientito, no tanto como en mi casa, pero mejor que antes. En la noche, me pusieron algo en mi pata, sentí un pinchazo y ahí dejaron una aguja por la que pasaba algo rojo a mí. Aún estaba muy cansado para levantarme, no podía ni mover mi colita cuando me acariciaban. Ojalá pudiera decirles gracias por darme de comer.


Llevo varios días aquí, estoy encerrado en una jaula, pero me dan de comer y todos me miman, por el día vienen diferentes personas, una de ellas me puso un suéter y ya no tengo frío, también me trajo una cobija y me acuesto en ella, es como cuando dormía en mi casa. Pero no me gusta estar encerrado, siento que hice algo malo.




He recuperado un poco de fuerzas, pero aún batallo para pararme solo, hoy vinieron a verme y cuando me hicieron cariños, ¡logré mover mi colita! no sé su idioma, pero quise decirles 'gracias' y que supieran que estaba feliz. Ellos sonrieron y me acariciaron más. Con la comida y lo que me pusieron en mi patita me siento mucho mejor que antes. Me gustan las caricias en mi pancita. Poco a poco he ganado peso y fuerza, hoy me sacaron a un pasillo a tomar sol, qué rico se siente el calor en el cuerpo, pero las personas ya se iban, no quería quedarme solito y traté de ponerme de pié para que me vieran, ¡funcionó! me paré en mis patas traseras y ellos regresaron, sonrieron y me hicieron más cariños.






 Hoy vinieron por mí, me volvieron a meter al mismo lugar que me subieron cuando los vi por primera vez, me asusté, pensé que me regresarían a la calle; se detuvieron y me cargaron hacia una casa, no era la mía. Me pusieron en el suelo, olfateé el lugar, se veía lindo. Me dejaron mi suéter y me acomodé en una cobija, me dieron mucha comida y agua, aunque en la comida me dejaban una cosita blanca que aunque sabía feo, me comía sin querer. Creo que era algo bueno porque me empecé a sentir mejor cada día.



Todos los días vienen a darme de comer y a jugar conmigo, estoy feliz. Ya no tengo miedo a los aparatos que pasaban de prisa por la calle y tenía que evitar, tampoco me apedrean y no tengo que estar rompiendo bolsas para buscar comida. Hace días me cargaron y me llevaron al lugar donde la gente de bata me trataba, me pusieron de nuevo algo afilado en mi patita y me bañaron, no me gusta bañarme, pero ya no tengo lodo ni tierra en mi cuerpo. Yo creo que ya peso más, porque la mujer que me cargó sudaba y casi se cae cuando me traía en brazos. Mi nueva dueña juega mucho conmigo, me hace cariños y me da besitos. 


Creo que estoy algo gordo ahora, ya no se ven mis huesitos, y la gente ya no pone cara triste cuando me ven, se ponen contentos, siempre sonríen cuando les ladro. Me dejan subirme a los muebles y me meten a la casa cuando llueve. Siempre tengo comida en mi plato y mucha agua y por las noches, sin que mis dueños se den cuenta, dejo que mis amigos los gatos coman poquito de mi comida.







Ya no sufro, ya no tengo hambre, sed ni frío. Soy feliz. 



Andrés. Junio 2012. Falleció por causas naturales.

Andrés.
Rescate: Junio 2012.
Adopción: Septiembre 2012.
Fallecimiento: 21 de Febrero de 2013.

Andrés fue un cachorro hermoso, con rizos en sus orejas doradas, con esa carita hermosa que aparece en postales para enamorados, con una naricita negra que un día se unió a la de algún niño en su cumpleaños. Era el cachorro ideal para colocarle un moño rojo y regalarlo, era el cachorro que compran los novios a su pareja para el día de San Valentín, era el típico perrito que vemos cada sábado afuera del centro comercial dentro de una jaula con un cartel amarillo con el símbolo de pesos, sus padres quizás fueron mascota de alguien que quiso 'darles la oportunidad de tener una camada' o quizás pertenecían a algunas personas que querían ganar un dinero extra sin trabajar y los criaban solamente para cruzarlos y sacar ganancias. No lo sabemos con certeza, pero Andrés, un hermoso Cocker Spaniel, fue un hermoso cachorro un día.



Sin embargo, como suele suceder, creció, su hocico se llenó de canas y sus ojos de nubes grises. Ya no lucía tan lindo como cuando era pequeño, sus orejas doradas se llenaron de nudos y los dueños no tuvieron tiempo ni ganas de peinarlo, no tuvieron tampoco la responsabilidad ni el amor de cuidarlo en su vejez. Abrieron la puerta, le mostraron la salida; lo enviaron a una muerte segura, porque en la calle, a los animales sólo les espera eso, dolor y muerte.

El hermoso cachorro, ahora viejo, siempre había estado en una casa, sin riesgo de ser atropellado, acostumbrado a tener la comida siempre en su plato. Salió desorientado, emocionado por un momento quizás, no pasó mucho tiempo para que sus ojos fallaran y su sordera lo pusiera frente a un coche, el conductor lo vio, pero no le dio importancia, de hecho, en su cabeza pensó que esos animales sólo ensucian, rompen las bolsas de basura y traen bichos, también se planteó en esos segundos, que no pasaría nada si lo atropellaba, ninguna autoridad lo perseguiría ni tendría que ir a la cárcel, al fin, 'sólo es un perro'. Lo centró como en los videojuegos de automóviles y aceleró, por un impulso el perro se movió un poco y el coche sólo le quebró la pata. Entre aullidos de dolor el perro se retorcía, el pequeño cachorro no tenía más su moño rojo, no sería mimado por los niños a quienes lo regalaron, tampoco le cargarían para llevarlo al veterinario, se quedó ahí, sobre el asfalto, asustado, adolorido, solo.

Algunas personas pasaron y lo vieron, se lamentaron y siguieron caminando, otras le tomaron una fotografía y esperaron a que alguien más lo ayudara; pero nadie lo hizo. Casi completamente ciego y sordo sobrevivió.



Con hambre, sed y dolor siguió vagando, buscando un lugar cálido para dormir. Pasaron los días, semanas quizás, y su pata dejó de dolerle, pero ahora no podía utilizarla. Su andar era aún más lento, desorientado. 

Los perros también se rinden, los perros no se suicidan pero se abandonan a sí mismos, se recuestan en cualquier lugar a esperar la muerte, los animales también se cansan, y eso le pasó a Andrés, se preparaba para dejarse dormir. 

Un día alguien lo vio, fueron por él y lo subieron al coche. No llamaron a nadie más para que lo ayudara, simplemente lo hicieron, pensaron que su pata acababa de quebrarse, el veterinario dio el diagnóstico: era una herida vieja, ya estaba soldada, la única forma de ayudarlo era amputar, pero era demasiado viejo y muy riesgoso, además, él ya se había adaptado a utilizar solamente tres patitas para andar. Las nubes en sus ojos eran cataratas, poco a poco perdería la vista; su hermoso pelo, ahora sólo nudos y suciedad, escondía una enfermedad en la piel.

¿Han visto a un cocker spaniel rapado? No ganaría ningún concurso de belleza, no es el corte de pelo que marca su raza, así nadie lo compraría para colocarlo bajo el árbol de navidad.



Cuando lo atendieron, el diagnóstico no era prometedor, pero los voluntarios de ProAnimal decidieron ayudarlo e intentar salvarlo. Se encontró un hogar temporal donde pudiera estar tranquilo mientras se le daba el tratamiento. El lugar debía ser cómodo y sin muchos objetos, pues la visión era cada vez peor. Tenía una pequeña camita y comida, volvió a ser mimado, pero por la mañana era difícil despertarlo, no escuchaba cuando le llamaban y al tocarlo mientras dormía se asustaba. 



Sin pelo, sus huesos se marcaban, en su piel había círculos rojos irritados y cuanto más se rascaba más se infectaba. Sacudía mucho la cabeza, y volvió a ir al veterinario, tenía una infección en los oídos.



Los gastos aumentaron, no es sencillo rescatar a un perro enfermo; los gastos económicos son importantes, afortunadamente Andrés conmovió a mucha gente y ayudaron con croquetas, con alimento especial y con el medicamento, además de con el pago de los baños medicados semanales.



Andrés se había abandonado, como lo mencioné, no luchaba por vivir; aún con el medicamento, las vitaminas y las atenciones, no mejoraba, no ganaba peso y llegó un momento en el que ayudarlo a irse en paz, fue una opción. Pero el sacrificio de un animal, aún con fundamentos, siempre es algo doloroso; decidieron darle unas semanas más e intentar con otro tratamiento, se hicieron análisis de sangre de nuevo y el diagnóstico cambió, se le dio un medicamento más fuerte.

El perrito respondió un poco mejor al tratamiento, a las 7 de la noche ladraba para exigir su alimento y su dosis de mimos, no podía convivir con otros perros porque lo lastimaban al jugar, así que estaba solo en una cochera, tenía alimento siempre, pero no del de mejor calidad. Aún cuando el hogar temporal de Andrés era adecuado, no tenían tiempo de sacarlo a pasear, solía estar solo; pero nadie lo quería adoptar.

Es increíble ver cómo, aún siendo de raza, y de una muy popular, nadie quería darle un hogar definitivo. Será que no hemos aprendido a amar a los seres vivos sin importar su edad, será que no nos enseñaron que los ancianos son sabios y merecen un trato digno. Sería porque era casi ciego y sordo, y no hemos aprendido a amar y respetar a los seres independientemente de sus discapacidades, será que aún no tenemos suficiente cultura. No lo se, pero nadie quería adoptar a Andrés.

Después de 4 meses en hogar temporal y en tratamiento, Andrés se recuperaba, un día, recibió una visita muy especial, una persona quería conocerlo para adoptarlo, había visto una fotografía de él y su historia, sintió que debía darle una oportunidad y fue a conocerlo, pero no llegó sola, acudió con su perrita para presentarlos y ver si podían convivir. Fue muy emocionante para todos. Los dos perritos se llevaron bien, se dieron un par de besos y la perrita fue muy cuidadosa de no lastimarlo. 



Se hizo la entrevista de rigor, y decidieron que era una excelente persona, tenía un lugar adecuado para Andrés, haría adecuaciones para facilitar su estancia, pensando siempre en su discapacidad.



Al día siguiente regresó con su familia, en su hogar temporal los voluntarios estaban tristes, amaban mucho a Andrés, pero sabían que él necesitaba un hogar definitivo, donde hubiera pocos perros y pudiera recibir toda la atención y cuidados que necesitaba. 

La señora Fabiola decidió adoptar responsablemente a Andrés, lo llevó con su veterinario y le recetó alimento especial. 



En las fotografías de Andrés en su nuevo hogar, se notaban los cuidados y el amor que sentían por él; el adoptar un perro habla bien de una persona, pero adoptar un perro anciano y discapacitado habla de una persona sensible y responsable. No sabían cuánto tiempo de vida le quedaba, sabían que quizás sería poco, pero no les importó.



Lo sacaban a pasear diario, le daban el mejor alimento y dormía calientito y cuidado por sus hermanos, los gatitos y la perrita que ya eran de su familia.

Cinco meses pasaron, y hace un par de días, el 21 de Febrero, Andrés cerró sus ojos y se fue en paz, se quedó dormido tranquilamente, soñando. Se sentía nuevamente como el cachorrito con el moño rojo, con sus orejas doradas moviéndose con el viento, con su nariz húmeda por las lágrimas de su nueva familia, sintiendo el amor de todas las personas que conoció desde su rescate, protegido por el cariño de veterinarios, voluntarios, amigos, familia. Andrés partió a un lugar donde el dolor no existe, las nubes de sus ojos se convirtieron en su cama, su sordera se fue dando lugar al canto de los pájaros.




Descansa Andrés, te robaste el corazón de muchas personas y sabemos que has perdonado a quienes te abandonaron, has olvidado todo lo malo de este mundo y de las personas, te fuiste rodeado de amor. 



Gracias a quienes lo ayudaron, a quienes lo adoptaron y a quienes no pasan de largo y actúan.