Foxy.
24 de Noviembre de 2012.
Cuando nací, me separaron de mi madre, casi no la recuerdo, me quería mucho y lloré cuando me alejaron de ella. Después me llevaron a una casa, era linda, las personas que ahí estaban me atendían y jugaban conmigo, comía muy rico y por las noches dormía en un cojín muy cómodo. Era feliz, aunque extrañaba a mi mamá.
Todos los días abrían la puerta para que hiciera popó fuera de mi casa, a mi dueña no le gustaba tener que recoger lo que yo hacía, así que me iba a la banqueta del vecino y regresaba a casa.
Un día, caminé un poco más, cuando quise volver, no recordaba el camino, unas personas me arrojaron piedras y unos niños me patearon, así que corrí. Entre más corría, menos recordaba el camino de regreso.
Caminé demasiado, hasta que ya no supe dónde estaba, esa noche dormí entre unos cartones tirados, pasé mucho frío, desee estar acurrucado con mi mamá, calientito, cómodo; pero me congelaba y tenía miedo, escuchaba ruidos raros a mi al rededor. Al día siguiente tenía hambre, no había un plato servido como siempre, no sabía qué comer, seguí caminando.
Ha pasado mucho tiempo desde que salí de casa, unas personas que pasaban me acariciaron, pensé que me ayudarían pero sólo me quitaron mi collar, era muy lindo. No he encontrado comida, mi pancita me duele mucho, estoy sucio, nadie me ha bañado ni cepillado.
Extraño mi casa, extraño tener mi plato de comida a mi lado y mi camita para dormir, tengo mucha sed; en todo este tiempo que ha pasado, he comido muy poco, a veces encuentro comida en bolsas, las rompo y hay algun pedazo de carne que huele feo, o fruta un poco podrida que calma mi hambre, pero la gente siempre me golpea, me arroja piedras o me grita, ¡me asusta mucho que me griten! Cuando tengo sed, busco algún charco para beber, pero casi siempre están sucios, pero al menos puedo tomar un poco. Estoy muy cansado y no tengo energía.
Un día, una persona vino y me vio, puso una cara triste, yo ya no podía levantarme ni caminar mucho, pero intenté pararme para ver si me ayudaba, cuando estaba de pié vi un resplandor por un segundo, y cuando parpadee ya no estaba ahí, fue como un relámpago. Me quedé solo de nuevo, con hambre y sediento, di unos pasos y me acosté en un rincón. Esa noche llovió mucho, pero no podía pararme, sentía la fría agua caer sobre mi cuerpo, pensé que moriría congelado, cerré los ojos y pensé en mi mamá, en lo caliente que estaba cuando ella ponía su cabeza sobre mi cuerpo, desee estar con ella de nuevo.
Escuché un ruido una mañana, abrí los ojos y sentí de nuevo mucho frío, tenía demasiada hambre, como todos los días, vi unas personas a mi al rededor, una lloraba y me acarició la cabeza, intenté levantarme asustado, pero sólo conseguí mover un poco mis patas, la mujer lloraba y me puso un poco de comida enfrente, como pude me acerqué y comí un poco, no conseguí pararme cuando me colocó otro poco más lejos, volví a echarme en la tierra húmeda. Se fueron y supuse que no volvería a verlos, como siempre.
Pero no fue así, en ese mismo momento unas manos me sostuvieron, sentí que flotaba, las lágrimas de la mujer caían sobre mi rostro, después me dejaron sobre unos cartones pero en algún lugar cerrado que de pronto se movió.
Estaba muy asustado, no sabía qué sería de mí. Volvieron a cargarme y me colocaron en una fría plancha de metal, otras personas con bata me revisaron, vi que acercaron algo filoso a mi lomo, lo encajaron en él pero no sentí nada. Luché para mantener mis ojos abiertos.
Al día siguiente volvieron a incrustar algo en mi pata, pero esta vez sacaron algo de mi sangre; me dieron de comer, aunque tenía miedo, comí un poco y tomé mucha agua. Dormí calientito, no tanto como en mi casa, pero mejor que antes. En la noche, me pusieron algo en mi pata, sentí un pinchazo y ahí dejaron una aguja por la que pasaba algo rojo a mí. Aún estaba muy cansado para levantarme, no podía ni mover mi colita cuando me acariciaban. Ojalá pudiera decirles gracias por darme de comer.
Llevo varios días aquí, estoy encerrado en una jaula, pero me dan de comer y todos me miman, por el día vienen diferentes personas, una de ellas me puso un suéter y ya no tengo frío, también me trajo una cobija y me acuesto en ella, es como cuando dormía en mi casa. Pero no me gusta estar encerrado, siento que hice algo malo.
He recuperado un poco de fuerzas, pero aún batallo para pararme solo, hoy vinieron a verme y cuando me hicieron cariños, ¡logré mover mi colita! no sé su idioma, pero quise decirles 'gracias' y que supieran que estaba feliz. Ellos sonrieron y me acariciaron más. Con la comida y lo que me pusieron en mi patita me siento mucho mejor que antes. Me gustan las caricias en mi pancita. Poco a poco he ganado peso y fuerza, hoy me sacaron a un pasillo a tomar sol, qué rico se siente el calor en el cuerpo, pero las personas ya se iban, no quería quedarme solito y traté de ponerme de pié para que me vieran, ¡funcionó! me paré en mis patas traseras y ellos regresaron, sonrieron y me hicieron más cariños.
Hoy vinieron por mí, me volvieron a meter al mismo lugar que me subieron cuando los vi por primera vez, me asusté, pensé que me regresarían a la calle; se detuvieron y me cargaron hacia una casa, no era la mía. Me pusieron en el suelo, olfateé el lugar, se veía lindo. Me dejaron mi suéter y me acomodé en una cobija, me dieron mucha comida y agua, aunque en la comida me dejaban una cosita blanca que aunque sabía feo, me comía sin querer. Creo que era algo bueno porque me empecé a sentir mejor cada día.
Todos los días vienen a darme de comer y a jugar conmigo, estoy feliz. Ya no tengo miedo a los aparatos que pasaban de prisa por la calle y tenía que evitar, tampoco me apedrean y no tengo que estar rompiendo bolsas para buscar comida. Hace días me cargaron y me llevaron al lugar donde la gente de bata me trataba, me pusieron de nuevo algo afilado en mi patita y me bañaron, no me gusta bañarme, pero ya no tengo lodo ni tierra en mi cuerpo. Yo creo que ya peso más, porque la mujer que me cargó sudaba y casi se cae cuando me traía en brazos. Mi nueva dueña juega mucho conmigo, me hace cariños y me da besitos.
Creo que estoy algo gordo ahora, ya no se ven mis huesitos, y la gente ya no pone cara triste cuando me ven, se ponen contentos, siempre sonríen cuando les ladro. Me dejan subirme a los muebles y me meten a la casa cuando llueve. Siempre tengo comida en mi plato y mucha agua y por las noches, sin que mis dueños se den cuenta, dejo que mis amigos los gatos coman poquito de mi comida.
Ya no sufro, ya no tengo hambre, sed ni frío. Soy feliz.